Manifestación SEAT noviembre 2005

Manifestación SEAT noviembre 2005
Carlos Vallejo, Lopez Bulla, Gianni Bombacci y Bruno Trentin

jueves, 11 de noviembre de 2010

HOMENAJE A SIMÓN ROSADO

MI HOMENAJE A SIMÓN

Teresa Salvador

Me gustaría traeros hoy al otro Simón, al Simón íntimo, al que muy poca gente conocía. Y no penséis que no es difícil para mí, para nosotros, ya que en 22 años de convivencia hemos intentado mantener un nivel muy elevado de privacidad, incluso de anonimato. Desnudarnos mínimamente ante vosotros no es tarea fácil. Pero creo que es necesario, en parte para restablecer y reivindicar la figura del SINDICALISTA, del POLÍTICO, tan denostada mediáticamente en estos días, en parte también porque Simón fue maestro/guía de muchos de nosotros y conocer el día a día de una persona como él nos puede ayudar a construir el inmediato futuro.

Me gustaría ser capaz de mostraros que entre el Simón político, sindicalista y el Simón familia, amigo, compañero y amante, apenas hay diferencias. Muchos de nosotros interpretamos varios papeles a lo largo del día: en el trabajo, en el mercado, con los conocidos, con los amigos, con la pareja, con la familia…, dependiendo del escenario en que nos encontramos. Simón no, era transparente, uno e íntegro, pero también una persona tímida, hermética e introvertida.

Querer a Simón era fácil, muy fácil, tanto como difícil era ayudarlo… Era un hombre lleno de una vida vivida con plenitud, que disfrutaba de todos los pequeños detalles que la cotidianidad nos ofrece: desde las plantas, árboles y arbustos a los pájaros. Hoy en casa queda una maceta de geranios ajados y secos y yo le decía “hombre tírala ya…” y él me decía “no, no, mira está brotando una flor, déjala, que todavía vive, ya verás, brotará de nuevo “. En fin, optimista incansable.

Cuando fui por primera vez a Hervás, viendo este pueblo, su paisaje entre el Pinajarro y los Dos hermanitos y recorriendo las calles en las que Simón pasó su infancia: el barrio judío, la corredera, el puente romano, el pilón, el río, el convento, la escuela de formación profesional, las cañadas. Y toda aquella naturaleza, que Simón me iba explicando a través de sus recuerdos (los cerezos y castaños en flor, los alcornoques, el olor a tomillo y a jara, los robles… las travesuras de chiquillos, verderones, oropéndolas abubillas, carboneros,… y los cuentos de las cigüeñas negras…Como os digo, cuando vi todo esto comprendí una parte del carácter de Simón: hermético, rudo, parco en palabras, tímido, pero que en momentos (como cuando estalla la primavera y los cerezos y castaños florecen) era una auténtica explosión de fiesta alegría, calidez…

Era el tercero de 9 hermanos en tiempos muy difíciles, Simón recordaba su infancia con una mezcla de dolor y felicidad. Recordaba a su abuelo al que acompañaba días y noches enteras pastoreando cabras y ovejas, a su padre al que acompañaba desde muy temprana edad a la sierra, el trabajo en la fábrica de pimentón, las correrías y travesuras con su amigo Elías, las peleas a muerte entre bandas rivales, los recuerdos con sus hermanos: la muñeca de Mamen, los lloros de Margarita cuando las internaron en las monjas, la gallina de Antonia, de José al que llevó a ver Noveccento con 8 años y tuvieron que salir del cine a mitad de película, a Rossi una gran mujer, guapísima y prometedora líder, a Juli siempre en el papel de hermana mayor, sensata, valiente, fuerte, recordaba a Aurelio (marido de Juli) un verdadero padre para toda la familia y cuya característica principal era la bondad. A Rocío, que se peleaba con quien hiciera falta para defender a Jose cuando eran pequeños, y a Juanma, el pequeño Juanma, quizá el hermano que físicamente más me recuerda a Simón, él lo recordaba pegado a las faldas de su madre y sensible, muy sensible, pero tozudo y orgulloso… A pesar de llevar 37 años fuera de Hervás y fuera del núcleo familiar cotidiano, seguía los movimientos, los problemas y alegrías de todos sus hermanos y de sus hijos, ejerciendo en la distancia la figura de padre y consejero.

Por otro lado, su madre, siempre presente en sus recuerdos, es la más importante, la recordaba con ternura, admiración y respeto: mujer fuerte, valiente, dura, muy inteligente, abierta y muy adelantada a las personas de su generación, era puro sentido común… Una mujer humilde, sin estudios, que sacó adelante una familia de 9 hijos en una época de pobreza, miseria y atraso. Yo la recuerdo también alegre, le gustaba festejar y bailar en las fiestas del pueblo, curiosa y atrevida: recuerdo que poco antes de morir, incluso con dolor, quiso venir a ver a Jose y a Ana a Barcelona y la ilusión que le hizo montar por primera vez en avión.

Simón llegó a Catalunya a los 16 años y quería esta tierra, su historia, su geografía (que conocía comarca a comarca, palmo a palmo), sus costumbres, su gastronomía, en definitiva su cultura, y su lengua (una de sus asignaturas pendientes). En la actualidad una de sus preocupaciones era la perversión que se estaba haciendo del tema nacional, polarizando y segmentando a la sociedad catalana que él había conocido abierta y hospitalaria. Solía decirme que alrededor de este debate (que él lo concebía como un debate tranquilo y sereno) se estaba instaurando una cierta pobreza intelectual y creativa, temía que Catalunya -que había sido la vanguardia en muchos aspectos del Estado- se volviera cerrada, endógena y dejara de ser la Catalunya rica, abierta, diversa y plural que él había conocido y quería.

Al lado de esto, Simón era una persona que no creía ni en dioses, ni en patrias, ni en banderas. Recuerdo los viajes a Turquía, Marruecos, Túnez, Argel, Bosnia, Rumania…: yo con mis prejuicios ancestrales, a pesar de toda mi ideología, afloraban en mi los inconfesables posos de lo aprehendido en mi pequeño mundo occidental (sospecha, desconfianza, miedo a lo diferente, a lo realmente “otro”), pero Simón no: desde el primer día se impregnaba de su cultura para entender, siempre entender…, se mezclaba con la gente. Y se comprometía con ellos como él sabía hacerlo, con proyectos, con ideas, con praxis: Malika, Vito, Petra, Firdaous, Dominique, Marta, Carlos,…Gentes del CERID.

Se suele decir aquello de “era muy amigo de sus amigos”, pero esto no sirve para Simón. Él daba a todo aquel que le necesitara, no importaba quién fuera, ni el puesto que ocupara, ni su ideología. Son muchas las personas que estos días se han dirigido a mÍ para prestarme su apoyo, su cariño, y que me han explicado la relación que tuvieron con Simón y, os lo juro, me ha sobrepasado. Porque yo sabía lo que era vivir con un SINDICALISTA: no se puede ser sindicalista y de izquierdas (marxista, leninista y otras aportaciones, que rezaba nuestro carnet del PSUC) a tiempo parcial…, simplemente se es o no se es, es una concepción del mundo y, por tanto, una actitud de vida. El teléfono abierto las 24 h. del día los 365 días del año, estirando las horas del día para atender todo tipo de problemas: desde personales a sindicales o políticos de mayor o menor envergadura, consultas, amigos, familia, personas entrañables como Rubio (que siempre llamaba cuando empezábamos a cenar y si no lo hacía lo echaba de menos…), llamadas para comentar, sólo comentar y Simón nos atendía a todos y nos daba seguridad. En Simón una idea, un proyecto, siempre tenía respuesta. Y, en medio de todo esto, siempre sacaba tiempo para lo cotidiano: la compra, la cena, los detalles. O para mi madre, a la que trataba con tanta ternura y comprensión, y le hacía comidas a su gusto y le arreglaba (como un chapucillas) todo lo que se le iba estropeando y discutía con ella sobre lo que hiciera falta, de los socialistas, del miedo de mi madre a que el PP ganara las elecciones…

Simón era un sindicalista de izquierdas a jornada completa.

Era una persona curiosa e inteligente, mientras estuve haciendo la carrera yo aluciné con él, era una esponja, y todo lo debatíamos (Simón, Ramón y yo). Cada noche durante 5 años, tuvimos apasionadas discusiones sobre lo que tocara: Hobbes, Kant, Descartes, Nietzsche, Durkheim, Hegel, Marx, Platón, Popper, Maquiavelo, Hanna Arendt, Wittgenstein… Metafísica, política, economía, arte, ciencia, tecnología… Mirad, tengo dos matrículas en filosofía política y en antropología y, aunque yo sea la titular, estas matrículas son, sobre todo, de Simón.

Una de las conversaciones durante la última cena el 10 de octubre con Antonia y Ramón fue sobre nuestra época de estudiantes, de los 4 Simón era el más aplicado y nos dijo que a él le hubiera gustado haber seguido estudiando: derecho, economía… (Era un autodidacta), pero primero por la falta de recursos, después por su compromiso político y sindical, nunca tuvo tiempo de hacerlo. A él, nos dijo, le parecía inmoral dedicar el tiempo del sindicato y, por tanto, de los trabajadores para uso personal.

Era un hombre honesto, en su vida personal y pública, estos días de enorme tristeza para mí ha habido gente como Juan Rosell o Pedro Lanzas que me lo han dicho y han ensalzado ese valor de Simón como uno de los más importantes. Y me ha llenado de orgullo, por él, por mí, por nosotros, por las organizaciones a las que representaba.

Así era Simón, era un hombre tolerante, muy tolerante, pero no soportaba la mezquindad, la traición, la deslealtad, la bajeza moral e intelectual. Aunque, como hombre bueno que era, al final acababa justificando lo injustificable. El rencor no fue jamás uno de sus defectos, ni en los peores momentos, que también los hubo.

Le gustaba leer, bailar,…y la música, pero hay un aspecto que me gustaría trasladaros: Simón siempre traía novedades, gente joven que empezaba a despuntar que escuchaba en la radio o le aconsejaba su amigo Pere Camps (desde los boleros al rap o al hip-hop),. Y este aspecto lo trasladaba a la vida, le gustaba meterse, conocer lo nuevo, arriesgar por lo nuevo y joven: sea en el movimiento asociativo (en los movimientos antiglobalización, en contra de la guerra, con los inmigrantes, con los parados, con los movimientos a favor de la legalización de la prostitución…), sea con las personas: cuando veía a un joven sindicalista o político que despuntaba en una empresa, sección sindical, comité de empresa o dónde fuera, apostaba y arriesgaba. Se equivocó algunas veces (y su sentido de la responsabilidad no le permitía abandonar, intentaba remediarlo aunque le costara mucho sufrimiento), pero acertó muchas, muchas otras. Y buena prueba de ello la tenemos en las muchas personas que hoy componen las CCOO en Catalunya y en IC (Joan estem amb vosaltres i amb el projecte encara viu de transformació social roig, verd i violeta).

Simón, antes de conocer internet, ya tejía redes, era su especialidad: redes sociales de ayuda mutua que unían a trabajadores – empresarios – inversores –instituciones – cultura – arte – ciencia – tecnología –enseñanza – inmigración, puentes y lazos económicos entre países. Creía en la organización, en la diversidad, en la pluralidad… Y su idea, su arte, era tejer esa tela de araña real, no virtual, humana y organizada, en una sociedad dónde independientemente de nuestra actividad, todos nos necesitamos y podemos ayudarnos a través de la palabra, a través de la NEGOCIACIÓN, DEL CONSENSO y del PACTO.

Hay algo que Simón repetía constantemente: sin la ORGANIZACIÓN y lo que representa: a los trabajadores y trabajadoras, a los ciudadanos, no somos nada, sólo seres individuales, con más o menos voluntad de ser. Nosotros, somos, en la medida que tenemos una organización sindical o política que es útil al proyecto colectivo. Y esa es nuestra fuerza, la tensión con el poder, porque –como decía Marcelino- somos la mayoría, la mayoría que produce la riqueza de este planeta y merecemos la redistribución de esa riqueza para que nadie pase hambre y pueda tener las mismas oportunidades de desarrollo físico e intelectual. Sin menospreciar al individuo y todo el contenido ideológico que contiene, para personas como Simón fuera de la organización, del proyecto colectivo, sólo hay guiños al éxito, al poder de 1 humano para él mismo, ¿cuánto nos costará entender que el éxito de un sindicalista se basa en el éxito de muchos, de los desprotegidos, del otro sin importar quién o qué?

La coherencia era también uno de los aspectos más significativos del carácter de Simón y, como no podía ser de otro modo, pedía coherencia a nivel personal, sindical y político. No se puede teorizar, pregonar una cosa y, después, llegar a las instituciones o a las fábricas y hacer lo contrario. Por compleja que sea la realidad o el problema que tratamos, debemos ser coherentes., aunque ello represente que los medios nos crucifiquen o perder votos. La incoherencia es para otros, no para la izquierda transformadora que queremos ser. Y esto lo decía y pensaba un hombre cuyo rasgo político más destacado era el pragmatismo.

En definitiva, en palabras de Machado, Simón fue un hombre “en el buen sentido de la palabra BUENO”, Hoy puedo deciros que Simón alcanzó en su vida la BELLEZA, y fue un hombre feliz (también en el buen sentido), trabajaba en lo que más le gustaba y disfrutaba con ello, por otra parte, vivía una vida sencilla, conmigo, con sus amigos, con sus pequeñas cosas cotidianas.

Mirad, Simón llevaba mucho tiempo angustiado y no voy a decir que esa angustia le mató, pero sí que tuvo mucho que ver en su muerte. Este verano por Croacia, recordando la guerra de los Balcanes, tuvimos ocasión de hablar mucho de la situación actual de Catalunya, de España, de Europa, del mundo. La angustia ante lo que puede desencadenar la CRISIS y ante sus primeros efectos: pérdida de derechos laborales, civiles, humanos; pobreza, marginalidad, insolidaridad, xenofobia, odio, violencia. Angustia porque hay humanos (que de humanos sólo tienen la forma) y que todos conocemos de antaño: mercaderes del miedo, traficantes de violencia, que no han dudado en aprovechar la crisis económica para remover los aspectos más despreciables de nuestra especie. No olvidemos que en una época como esta y salvando todas las diferencias apareció el nazismo.

Independientemente de todas las disquisiciones económicas y políticas que llevarían demasiado tiempo, él sabía que durante muchos años todos hemos contribuido de alguna forma a ESTA CRISIS, ayudando a que la mediocridad se instalara en todos los centros de poder (en los gobiernos, en las empresas, en las instituciones, en la política, …) y esta mediocridad ha sido el escenario ideal para que brillaran los tecnócratas, los listillos, o como decía Maruja Torres el pasado 26 de octubre: “los jóvenes sobradamente preparados y muy dispuestos que recibieron cursillos de motivación. Y aquí les tenemos. Recortando derechos.“, los jóvenes individualistas exitosos que especularon con el dinero virtual en las bolsas mundiales, o los humanos oportunistas que nos vendieron el progreso ilimitado a golpe de ladrillo y especulación, los ESADES e IESES o las consultoras que han proliferado como las setas para vender cortinas de humo en el mejor de los casos o fórmulas fantásticas en forma de conocimiento sofisticado para seguir ensalzando los mismos valores que nos han llevado a la realidad que tenemos.

Simón tenía claro cómo abordar la crisis, análisis y recuento de los que tenemos y, a partir de ahí, hemos de reconstruir, y todos tenemos responsabilidad en ello. Hemos de seguir tejiendo redes de ayuda mutua si queremos salir bien parados de esta crisis que no va a ser corta. Todos tenemos responsabilidad en ello. Hemos de hacer proyectos comunes, grandes pactos …, hablar y negociar hasta agotarnos, grandes pactos para la convivencia y, sobre todo resistir, resistir a la vorágine de pánico y resignación que nos rodea, resistir para sobrevivir, no de cualquier forma ni permitiendo la involución que los gurús mediáticos nos anuncian cada día como irremediable. Resistir, y vuelvo a Marcelino, sin ser doblegados, ni domesticados.

Como es natural, ante esta perspectiva, lo que a Simón más le preocupaba y le angustiaba era tener una organización sindical y política capaz de hacer frente a esta crisis. Capaz de llevar a cabo una política de resistencia inteligente y, por supuesto, de izquierdas. Acción – negociación – participación – consenso – pacto. No hay fórmulas nuevas para los sindicalistas de izquierdas (a no ser que sean profesionales, es decir, mercenarios a los que tanto les da una cosa que la contraria, sin ideología alguna…), cambian los escenarios, la realidad más o menos compleja, pero los oprimidos siguen siendo los mismos y la injusticia se sigue cebando en la misma gente.

Creo que el proyecto sindical de Simón no es cosa nueva, la hemos repetido en informes de todo tipo, ahora toca arremangarnos y ponerla en práctica:

· un sindicato abierto y enraizado en las fábricas, en los centros de trabajo, en las comisiones de parados, en la universidad, en la cultura, en las asociaciones y, como diría Simón, en todo lo que se mueva. Para ello, hemos de dejar los despachos (o utilizarlos lo menos posible), el sindicato debe estar con la gente.

· dar buenos servicios, que nuestros abogados, economistas, expertos de todo tipo estén al servicio de los trabajadores. Para ello hemos de revisar estructuras y procedimientos y destinar los recursos necesarios para hacerlo posible.

· un sindicato independiente, plural y diverso, pero ello no quiere decir seguir alimentando divisiones internas que Simón pensaba que existían sólo como un fin en sí mismo y se iban retroalimentando unos a otros para seguir existiendo. Simón decía que hay buenos sindicalistas en todos los grupos y, en muchas ocasiones, esas divisiones sólo ocasionan que los mejores (ante los líos internos) se queden en sus centros de trabajo.

· CCOO ha de seguir siendo la vanguardia de los trabajadores, pero para ello no podemos dejarnos arrastrar por las modas, los medios, las consultoras o las escuelas de negocios. Hemos de crear opinión y divulgarla, hemos de dar argumentos a los trabajadores para defender sus posiciones.

Él era heredero de una tradición de grandes hombres y mujeres con grandes historias, muchos seres conocidos como Dolores, Marcelino, Antonio Gutiérrez Díaz, Gregorio López Raimundo, Pere Ardiaca o Cipriano García y, muchos, menos conocidos como Ángel Rozas, Tito, Paco Puerto, Parra, otros como Solé Barberà, Montserrat Roig o Vázquez Montalbán y otros muchos seres anónimos con los que aprendió, y cuyo denominador común fue abrazarse a una idea y alrededor de ella construir su vida.

Esta tarde he intentado mostrar al hombre que había tras el sindicalista, y espero que hayáis entendido que los dos son uno sólo: honestidad, integridad, tolerancia, coherencia, generosidad, inteligencia, compromiso. Y optimismo sin llegar a caer en la necedad.

Optimismo, sí, porque hoy observándoos a todos los que le habéis querido o respetado, desde posiciones tan diversas e incluso rivales y antagónicas, creo que aún queda una posibilidad para su sueño. Porque hay gente buena y honesta y muy válida en todos los ámbitos: no os voy a dar las gracias, no es mí estilo, pero sí os voy a pedir, a exigir: poneos a trabajar ya, ayudadnos a salir de este sinsentido que estamos viviendo y aquí nos encontrareis.

Optimismo, sí, porque en las CCOO y en IC hay mucha gente que, como Simón, están dispuestos a dejarse la piel por una ráfaga de utopía.

La muerte de Simón ha sido una muerte dura, prematura, a los 53 años con tanto todavía por hacer… Pero, hasta yo, me he dejado impregnar por ese optimismo, sí, porque somos muchos los que hemos aprendido de Simón y ahora nos toca a nosotros. Somos, de alguna manera, su fruto, y, en esa medida, Simón continuará con nosotros contribuyendo con todo lo aprehendido a hacer unas CCOO cada día más fuertes e imprescindibles en la defensa de los intereses de los trabajadores. Ese es nuestro cometido, su proyecto, y para él contad conmigo, con nosotros.

Continuará en IC como proyecto político de transformación de la sociedad, catalanista y federalista, basada en a la justicia social, la paz, la igualdad, la libertad, la solidaridad, la laicidad.

Continuará, haciendo campaña electoral con las gentes que se ilusionan con este proyecto, que no se desencanta con la Hª, sino que luchan, se comprometen, se revelan, con las gentes que todavía hoy son capaces de creer y reinventar el ideal de una sociedad socialista.

Barcelona 5 de noviembre de 2010

Teresa Salvador