Manifestación SEAT noviembre 2005

Manifestación SEAT noviembre 2005
Carlos Vallejo, Lopez Bulla, Gianni Bombacci y Bruno Trentin

sábado, 22 de enero de 2011

Túnez, ¿una revolución inesperada?

EL 14 DE ENERO LOS TUNECINOS ECHARON AL DICTADOR TRAS MULTITUDINARIAS PROTESTAS
Túnez, ¿una revolución inesperada?
Santiago Alba Rico, escritor y filósofo

Con un crecimiento medio del 5% durante la década pasada, el FMI ponía a Túnez como ejemplo de las ventajas de una economía liberada de las trabas proteccionistas y en el año 2007 el Foro Económico Mundial para África lo declaraba “el más competitivo” del continente, por encima de Sudáfrica. “Kulu shai behi”, todo va bien, repetía la propaganda del régimen en vallas publicitarias, editoriales de prensa y debates coreográficos en la televisión.
Mientras el Gobierno vendía hasta 204 empresas del robusto sector público creado por Habib Bourguiba, el dictador ilustrado y socialista, se multiplicaba el número de 4x4 en las calles, se construían en la capital barrios enteros para los negocios y le loisir, y hasta siete millones de turistas acudían todos los años a disfrutar de la creciente infraestructura hotelera del país.
En 2001, cuando se abrió el primer Carrefour, símbolo y anuncio del ingreso en la civilización, algunos podían hacerse la ilusión de que Túnez era ya una provincia de Francia. Era un país maravilloso: la luz más limpia y hermosa del mundo, las mejores playas, el desierto más hollywoodesco, la gente más simpática. No se podía hablar ni escribir, es verdad, pero a cambio la gente engordaba y el islamismo reculaba.
La UE y Estados Unidos, pero también las agencias de viajes y los medios de comunicación contribuían a alimentar la imagen de un país más europeo que árabe, más occidental que musulmán, más rico que pobre, en transición hacia la felicidad del mercado capitalista. No se podía ni hablar ni escribir, es verdad, y también es verdad que ocupaba el segundo lugar en el ranking mundial de la censura informática, pero el esfuerzo del Gobierno merecía una recompensa: Túnez organizó una Copa de África, un Mundial de Balonmano y en 2005 una insólita Cumbre de la Información durante la que se ocultó al mundo una huelga de hambre de jueces y abogados y se detuvo a periodistas y blogueros.
A poco que alguien se hubiese molestado en rascar bajo esa superficie bien barnizada habría descubierto una realidad bien distinta. Porque lo cierto es que Carrefour y los humvee –y la vida nocturna en Gammarth– ocultaba no sólo la normal represión ejercida por Ben Ali desde 1987, sino también la desaparición de una clase media que había comenzado a formarse en los años ‘60 y había sobrevivido a la crisis de finales de los ‘80. Unos pocos entraban en el Carrefour y otros muchos salían del país: hasta un millón de jóvenes tunecinos –sobre una población de diez millones– viven fuera, sobre todo en Francia, Italia y Alemania.
Mientras una minoría dejaba el francés por el inglés y despreciaba, por supuesto, el dialecto tunecino, la enseñanza pública se degradaba de tal modo que el último informe PISA relegaba a Túnez a uno de los últimos diez lugares de la lista de la OCDE. Mientras, veinte familias disfrutaban del ocio en los Alpes o en París, el paro aumentaba hasta alcanzar el 36% entre los más jóvenes y entre los diplomados y licenciados pasaba de un 0,7% en 1984 a un 4% en 1997 para dispararse a un 20% en 2010. En el espejo del Carrefour –en medio de la publicidad atmosférica que invitaba a un consumo inaccesible–, los jóvenes de las banlieues de la capital y de las regiones del centro y sur del país parecían conformarse con poder disfrutar de ese reflejo. ¿Quién se beneficiaba de este crecimiento bendecido por el FMI y por las instituciones europeas? La familia de Leyla Trabelsi, la segunda esposa del dictador, hasta tal punto dueña del país que muchos se referían a Túnez (la Tunisie) como La Trabelsie.
Ben Ali y su familia política, mediante privatizaciones opacas, habían convertido el Estado en el instrumento de un feudalismo parasitario del capitalismo internacional. La lista de sectores saqueados por el clan resulta apenas creíble: la banca, la industria, la distribución de automóviles, los medios de comunicación, la telefonía móvil, los transportes, las compañías aéreas, la construcción, las cadenas de supermercados, la enseñanza privada, la pesca, las bebidas alcohólicas y hasta el mercado de ropa usada. No puede extrañar que, durante las revueltas de estos días, se hayan asaltado tantos comercios, empresas y bancos; se ha hablado de “vandalismo”, pero se trataba también de un vandalismo certero o, en cualquier caso, de un vandalismo que, incluso cuando se desencadenaba al azar, inevitablemente acertaba: golpease donde golpease, golpeaba sin duda una propiedad de los Trabelsi.
Pero el 17 de diciembre una chispa iluminó de pronto el monstruo y reveló asimismo, como explica el sociólogo Sadri Khiari, que “no hay servidumbre voluntaria sino sólo la espera paciente del momento de la eclosión”. El gesto de desesperación de Mohamed Bouazizi, joven informático reducido a vendedor ambulante, puso en marcha un pueblo del que nadie esperaba nada.
Un ciclo lunar después, el 14 de enero pasado, tras cien muertos y decenas de metástasis rebeldes en todo el territorio, la ola rompió en el centro de Túnez y alcanzó su objetivo. Ya no se trataba ni de pan ni de trabajo ni de Youtube: “Ben Ali asesino”, “Ben Ali fuera”. El peligro no ha pasado, la lucha continúa. Pero ahora hay un pueblo que libra las batallas. “El 14 de enero es nuestro 14 de julio”, repiten los tunecinos. Quizás el de todo el mundo árabe. De Marruecos al Yemen, de Argelia a Egipto, de Jordania a Arabia Saudí los tiranos tiemblan.

lunes, 17 de enero de 2011

Italia: referéndum en FIAT Turín

Italia: referéndum en FIAT Turín

Una derrota victoriosa, una victoria precaria

Por poco, pero ganó el estómago al corazón y el cerebro. Se celebró un referéndum en las instalaciones de FIAT en Mirafiori (Turín): el 54% dijo “Sí” al nuevo contrato, el 45% dijo "No", y eso que la campaña mediática a favor del "Sí" fue bien intensa. Votaron 5.139 personas -el 94,6%- y ganó el "Sí" por algo más de 400 votos, y aunque ganara, es difícil de creer que quienes votaron a favor del acuerdo, lo defiendan como tal. El nuevo contrato de FIAT Mirafiori prevé, por un lado, un endurecimiento drástico de las condiciones de trabajo (18 turnos, sólo tres pausas de 10 minutos, pausa para comer sólo a final del turno, o sea, 8 horas en la cadena sin comer, 120 horas extraordinarias obligatorias), lo que explica que el “No” ganara en todas las líneas de montaje así como en las de chapado, y que el “Sí” ganara gracias a los votos de los empleados de oficina (en gran parte son jefes y forman parte de la estructura jerárquica). Por otro lado, este contrato establece un peligrosísimo precedente en las relaciones sindicales y ataca a principios fundamentales del derecho del trabajo y la Constitución. Veamos cuáles. En primer lugar, se fija la no retribución en caso de ausencias reiteradas por enfermedad o porque éstas se produzcan coincidiendo “estratégicamente” con víspera de fiesta: se introduce así, según expertos en derecho laboral, una "lógica de la sospecha". En segundo lugar, en los artículos 1 y 2 del contrato se establece que el trabajador que acepta firmar el contrato individual queda maniatado en cuestiones de horarios, turnos, pausas y extraordinarias: no se podrá ir a la huelga por estos motivos so pena de una sanción disciplinaria que puede llegar al despido. En tercer lugar, el sindicato como organización pierde sus derechos, pues se ha excluido la capacidad de actuación de los sindicatos que no firman el acuerdo. En este caso, FIOM, sindicato del metal de la CGIL, mayoritario en FIAT, no podrá tener representación sindical. Más aún: el papel del sindicato será el de “encontrar soluciones coherentes con los objetivos compartidos” [con la empresa, ndt]. “Por consiguiente [las partes] “asumen la prevención del conflicto como un compromiso recíproco sobre el que se funda el sistema participativo”. Como si los sindicatos fueran los capataces de los propietarios.

La historia de Italia enseña que lo que ocurre en FIAT anticipa lo que ocurrirá en el resto de sectores del mundo laboral, de ahí que este referéndum se haya percibido como algo sumamente importante por sus consecuencias en el resto del país. Que se haya terminado el contrato colectivo y se convoque un referéndum -si salía el “No”, FIAT anunció que se iría de Italia, y Berlusconi se manifestó de acuerdo con la idea- para aprobar un contrato que modifica sustancialmente las condiciones de trabajo es algo gravísimo, pero ya había ocurrido en las instalaciones de FIAT en Pomigliano (el “No” obtuvo un 36%) en el referéndum que se celebró el pasado verano y se dijo que era un procedimiento extraordinario. Nada de extraordinario: lo que se teme es que este modelo de contratación basada en la atomización de los trabajadores -"o trabajas como digo yo, empresario, o al paro"- se convierta en sistema. Que el Estado italiano se convierta en una mera fábrica.

Es importante describir el marco local así como el entorno global en que se ha producido este referéndum. Cuenta Marco Revelli que en Turín vuelven a brotar, sobre todo en los barrios obreros, tiendas con vistosos carteles que dicen “Compro oro” en las que se adquiere de todo, prótesis dentales incluidas. Cuenta también que en 2010 en Turín ha crecido un 54,8% el número de embargos de viviendas, y que el 35-40% de los trabajadores del metal turineses ha recurrido durante el último bienio a la cesión del quinto del sueldo para pagar los plazos del crédito o sencillamente para llegar a final de mes. Visto con esta lupa, el valor de ese 45% de “No” es sobrehumano. Alejando el foco de Turín y centrándolo en China, Galapagos, analista económico de Il Manifesto, apunta que está a punto de estallar una “burbuja” debido a una demanda decreciente de automóviles que coincide con un aumento de la capacidad productiva tal que ha llevado al presidente de General Motors de Estados Unidos a confesar que, pese a que los estándares de seguridad aún resultan inferiores a los suyos, su grupo está estudiando la posibilidad de importar automóviles producidos en China (Il Manifesto, 14/1/2011, p. 8).

Volviendo a la escena italiana, en el centro aparece como protagonista Sergio Marchionne, Director Ejecutivo de FIAT. Para la patronal, para Berlusconi, y para gran parte del Partido Democrático en la oposición, esta figura es un “héroe”, "un capitán intrépido", que quiere “cambiar Italia”, “modernizar las relaciones sindicales”, y que habla con “claridad y dureza”. Para el resto, un gerifalte que gana 4 millones de euros al año más beneficios en stock options que, gracias a la subida del título FIAT en Bolsa, superan actualmente los 120 millones de euros. Un manager que gana más que todos los trabajadores de Mirafiori juntos, que paga sus impuestos en Suiza y no en Italia; un directivo al que no sólo no le pasa nada si el grupo FIAT vende un 17% menos en 2010, sino que sale directamente beneficiado si machaca a los sindicatos, al aumentar el valor del título en Bolsa. Recordemos en este sentido que en el último trimestre de 2010 el título ha aumentado un 33%. (En el capitalismo financiero la baja competitividad puede significar alta rentabilidad; en el capitalismo financiero, cuando uno oye baja productividad, hace bien en estar alerta porque puede estar ante otro caso de bancarrota pilotada como el de Alitalia).

¿Cómo resistir a estos ataques? Contesta desde el campo de batalla Rajka Veljovic, responsable de asuntos internacionales del sindicato serbio Samostalni, que recuerda a los trabajadores italianos que FIAT, al hacerse con Zastava, había despedido a 1.600 trabajadores: “Al menos los trabajadores de FIAT en el mundo deben estar unidos y hay que coordinar las iniciativas de lucha. Como por ejemplo, una huelga internacional. Lo venimos repitiendo desde 1999” (Il Manifesto, 13/1/2011, p.3) . En el otro frente, el ministro del Trabajo, Sacconi, anuncia una "evolución de las relaciones industriales" y Marchionne celebra "un cambio histórico". Pero la receta neoliberal para la gran crisis del automóvil consiste en la precarización del trabajo, y no en proyectos industriales que planteen otra movilidad, que es lo que pide el sindicato FIOM y lo que seguirá pidiendo en la huelga general que ha convocado para el 28 de enero. Los neoliberales siguen creyendo que han vencido pero subestiman el aumento de la miseria masiva y, por consiguiente, el crecimiento de la conciencia social. El 36% de "No" del referéndum en la planta de Pomigliano no se lo esperaba nadie. Todo el mundo pensaba que aquel referéndum sería un paseo para la FIAT de Marchionne, y sin embargo, no fue así. Señal de esta mayor conciencia social sería también que la intelectualidad, que llevaba años sin prestar demasiada atención a asuntos laborales, se haya volcado ahora con llamamientos -como el de Micromega- o cartas como la de los 46 economistas italianos, la de los investigadores italianos en el extranjero, la de los estudiantes de la Universidad de Roma "La Sapienza", o la carta abierta al Presidente de la Repubblica de Rossana Rossanda.

¿Quién gana en este referéndum? En conjunto ganaron los empleados "de cuello blanco" de las oficinas, pero también es cierto que los trabajadores de las líneas y de chapa ganaron en su terreno. Ganaron los sindicatos UIL y CISL que firmaron el contrato, pero pierden consenso, pues esperaban un 80% de votos afirmativos. Gana asimismo Marchionne, que, sin embargo, sale derrotado políticamente, a diferencia de la FIOM, que sale reforzada. Empeoran las condiciones de trabajo de los que han votado "Sí" ; en cambio, los que han votado "No", sin perder el trabajo, han ganado en dignidad y coraje.