Manifestación SEAT noviembre 2005

Manifestación SEAT noviembre 2005
Carlos Vallejo, Lopez Bulla, Gianni Bombacci y Bruno Trentin

sábado, 18 de julio de 2020



Aquel 18 de julio del 36 que marcó la vida de una generación de jóvenes


ANTONIO CANOVAS

Tenía 17 años y el sábado 18 de julio de 1936, participé en los campeonatos de natación de Cataluña en la categoría de infantiles y debutantes. Nadé los 200 m y 400 m braza en la piscina municipal de Montjuïc, la única que tenía 50 m. de largo, ese mismo día hubo rumores sobre un posible alzamiento.

Al día siguiente de estallar la Guerra de España, el 19 de julio, se iba a celebrar en Barcelona la Olimpiada Popular. Me escogieron como suplente en las pruebas de braza.
La competición acabó hacia las 12 horas de la noche, se nos hizo tarde. A la vuelta, bajábamos en grupo andando desde Montjuïc hasta la Barceloneta, sería ya de madrugada cuando oímos algunos disparos. Pasamos por Capitanía General y vimos ametralladoras, soldados con cascos en la calle. Pensamos: “la que se va armar”, al poco tiempo empezaron los cañonazos. Cuando llegué a casa, mis padres estaban levantados, inquietos, ya sabían lo que pasaba pues se oían disparos, ráfagas aisladas en todo el barrio y al cabo de un rato estalló todo el follón. Mi hermano Alfonso y yo nos levantamos de la cama, nos fuimos a la calle. Mi primer contacto con la Guerra de España fue esa noche.

Una de las cosas que siempre recordaré fueron unas palabras de mi padre, esa misma noche, entonces él era militante de la CNT: “Haced lo que queráis, yo no os lo puedo impedir, pero lo que hagáis, hacedlo a favor del pueblo, nunca en contra”. Esto se me quedó grabado en la cabeza. Fue mi primer mensaje sobre lo que era bueno o malo en este conflicto, lo que era revolucionario o no.
Decidimos salir, mi hermano y yo, a la calle de madrugada y nos fuimos andando por la Avenida Icària que comunicaba la Barceloneta hasta un cuartel de artillería. Vimos que los soldados bajaban con cañones para tomar algún punto de la ciudad, pero en el camino había un puente donde los vecinos de la Barceloneta hicieron unas barricadas con unas balas de algodón que habían sustraído del puerto. Impidieron el avance de los militares, incluso robaron los cañones sin ninguna violencia: “No vamos contra el pueblo” decían los soldados. En fin, yo no intervine directamente, sino que vi de cerca esta escena.
Amaneció y nos fuimos todos con esos cañones a Capitanía General, se nos unieron por el camino los guardias de Asalto, nos dieron un fusil para los dos. Allí tenía un primo que estaba haciendo la mili.

Llegamos al Paseo de Colón. Se rumoreaba que arriba en el monumento los militares habían colocado una ametralladora que disparaba contra todo aquél que pasara por allí. El Paseo entonces no era cómo en la actualidad sino que había una zona central peatonal. Allí nos encontramos con un amigo común del barrio, “Segarreta”, que era barbero, vimos cómo le disparaban desde el edificio del Gobierno Militar que era en realidad donde estaba la ametralladora. Se pudo salvar refugiándose bajo un banco de hierro.

Resguardados por la pared, llegamos hasta Capitanía General. Los soldados se rindieron y entramos dentro de Capitanía, saludamos a mi primo y se unió a nosotros. Salimos y continuamos hacia el Gobierno Militar, más abajo hacia Las Ramblas. Los soldados se vieron rodeados, se rindieron y salieron a la calle, yo pasé por la calle que hay detrás del Gobierno Militar.

La ametralladora continuaba disparando y había muchos muertos por la calle En el puerto se colocó uno de los cañones que habían requisado y lo apuntaron directamente el edificio. Dispararon. Un agujero apareció la fachada y la ametralladora calló. Entonces se acabó la sublevación en Capitanía General, el día 19 de julio. El pueblo había ganado y nos fuimos a casa. La gente contenta por su victoria cantaba la Internacional, A las Barricadas e hicieron vivas a la República mientras subían Ramblas arriba. En otras zonas de Barcelona también se combatió y ganó el pueblo.

Me sentía más revolucionario que nadie. Por aquélla época trabajaba de peluquero de señoras en casa de una tal Viciana, en el Paralelo. El encargado de la peluquería me dijo: “mañana me voy al frente”, muchos de mis conocidos se iban también para Aragón en las columnas Durruti, Ascaso, Del Barrio, etc.
Yo me fui al hotel Colón, en la Plaza Cataluña, era la sede del PSUC y se incorporaban voluntarios para luchar contra los sublevados en el resto de España. Allí me alisté. “Yo quiero ser aviador” les dije. “Je, je, je, aviador aquí todo lo que quieras” me contestaron. Ya ves con 16 años, qué querías que les dijera. Me apuntaron junto a tres o cuatro muchachos más que teníamos la misma edad y que nos conocimos en ese instante.
Del hotel Colón me dirigí al cuartel Carlos Marx que está al lado del parque zoológico, ahora es un edificio de la Universitat Pompeu Fabra. A medida que llegábamos nos iban formando en compañías. Recuerdo que nos daban armas y 3 duros diarios. En casa dije “¡ya estoy en el ejército!” mi madre se puso a llorar y mi padre me dijo: “Tú verás lo que haces ¿no?”.

El día 1 de agosto marché para el frente por primera vez, creía que iba a Aragón pero mi primer destino fue Mallorca.

Desde el puerto de Barcelona fuimos a Mallorca con el fin de conquistarla ya que habían ganado los franquistas. Me fui en el barco Almirante Miranda, en la columna Bayo. El barco era un destructor, navegábamos muy rápidos: a 42 nudos. Embarcamos a las 14 horas y llegamos en tan sólo cuatro horas a Mahón donde hicimos una parada.

En las primeras fases de la Guerra Civil se crearon las columnas o milicias populares. Formadas por voluntarios fueron dirigidas por los partidos políticos y sindicatos. En Cataluña, su principal objetivo fue recuperar para la República las tres capitales aragonesas y Mallorca. La mayoría de las milicias adoptaban el nombre del dirigente o líder político que les comandaba. Luchaban al lado del ejército fiel a la República.
La mayoría éramos militantes republicanos y sobre todo comunistas.

No dije nada en casa de mi partida, tan solo a un familiar que me encontré; mientras me iba le grité: “dile a mi madre que me voy”.

En Mahón, que era zona republicana, nos formamos y permanecimos allá dos o tres días. Desembarcamos en Mallorca de madrugada en la costa este, al otro extremo de la capital, en la punta n’Amer, al lado de Porto Cristo.

Nada más llegar nos dieron una paliza, allí mismo en el desembarco, nuestra ofensiva fue muy anárquica.

Nos creíamos que iba a ser tan fácil como la lucha espontánea en Barcelona. Me acuerdo de un chaval mallorquín que iba conmigo en el ataque, nos gritaba: “¡vamos, a por ellos!” mientras avanzábamos hacia el encuentro con los fascistas, pero se nos hizo de noche y parapetamos en aquél lugar. Ese muchacho decidió continuar aunque nosotros le habíamos dicho que se quedase a descansar. Al día siguiente nos lo encontramos muerto de un tiro.

Mallorca me trae malos recuerdos debido a una trágica experiencia. Mientras avanzábamos por los alrededores de Son Carrión, iba delante de un compañero. De pronto empezaron a dispararnos los franquistas. Él exclamó: “¡agáchate, agáchate!” y seguí su consejo, pero una bala le dio de lleno en la frente, a tan sólo dos metros de dónde yo estaba. “Esta bala iba directamente para mí” pensé, pues fue justo cuando me agaché que le dispararon.

A raíz de la muerte de este compañero empecé a tener miedo. Siempre me acuerdo de este trágico suceso ya que él era un chico de mi edad, teníamos 16 años, se llamaba Julio García Sabater. Agonizante, él gritaba en mis brazos: “¡Mamá, mamá!” hasta que murió.
Me dio mucha pena. Los dos habíamos pasado mucho junto durante esos días, incluso mucha hambre. Nos creíamos que la conquista de la isla por parte de los republicanos iba a ser un juego.

Otro recuerdo que me trae Mallorca no es tan trágico, sino experiencias de la vida. En una playa vimos unos hombres y mujeres, todos ingleses, que se estaban bañando, eran anarquistas o libertarios, me llamó la atención que lo hacían completamente desnudos, nosotros nos bañamos también. Era la primera vez que vi una mujer desnuda. 

Entonces yo desconocía totalmente el ideal anarquista o libertario. Ésta, cómo otras anécdotas buenas y malas, eran las lecciones que jóvenes cómo yo, íbamos aprendiendo. Eran cosas de la vida que en lugar de aprender en el barrio, en casa o en la escuela estábamos aprendiendo en plena guerra.

Volviendo a la guerra, diré que a pesar de las desgracias y la poca preparación pudimos coger Son Carrión, Porto Cristo y algunas aldeas pequeñas. No dábamos para más, los enemigos eran auténticos profesionales, los mandos republicanos ordenaron no avanzar más. Abandonamos y me retiré en barco hasta Valencia. En realidad, salimos pitando de Mallorca el 3 de septiembre de 1936.