Manifestación SEAT noviembre 2005

Manifestación SEAT noviembre 2005
Carlos Vallejo, Lopez Bulla, Gianni Bombacci y Bruno Trentin

sábado, 18 de julio de 2020



Aquel 18 de julio del 36 que marcó la vida de una generación de jóvenes


ANTONIO CANOVAS

Tenía 17 años y el sábado 18 de julio de 1936, participé en los campeonatos de natación de Cataluña en la categoría de infantiles y debutantes. Nadé los 200 m y 400 m braza en la piscina municipal de Montjuïc, la única que tenía 50 m. de largo, ese mismo día hubo rumores sobre un posible alzamiento.

Al día siguiente de estallar la Guerra de España, el 19 de julio, se iba a celebrar en Barcelona la Olimpiada Popular. Me escogieron como suplente en las pruebas de braza.
La competición acabó hacia las 12 horas de la noche, se nos hizo tarde. A la vuelta, bajábamos en grupo andando desde Montjuïc hasta la Barceloneta, sería ya de madrugada cuando oímos algunos disparos. Pasamos por Capitanía General y vimos ametralladoras, soldados con cascos en la calle. Pensamos: “la que se va armar”, al poco tiempo empezaron los cañonazos. Cuando llegué a casa, mis padres estaban levantados, inquietos, ya sabían lo que pasaba pues se oían disparos, ráfagas aisladas en todo el barrio y al cabo de un rato estalló todo el follón. Mi hermano Alfonso y yo nos levantamos de la cama, nos fuimos a la calle. Mi primer contacto con la Guerra de España fue esa noche.

Una de las cosas que siempre recordaré fueron unas palabras de mi padre, esa misma noche, entonces él era militante de la CNT: “Haced lo que queráis, yo no os lo puedo impedir, pero lo que hagáis, hacedlo a favor del pueblo, nunca en contra”. Esto se me quedó grabado en la cabeza. Fue mi primer mensaje sobre lo que era bueno o malo en este conflicto, lo que era revolucionario o no.
Decidimos salir, mi hermano y yo, a la calle de madrugada y nos fuimos andando por la Avenida Icària que comunicaba la Barceloneta hasta un cuartel de artillería. Vimos que los soldados bajaban con cañones para tomar algún punto de la ciudad, pero en el camino había un puente donde los vecinos de la Barceloneta hicieron unas barricadas con unas balas de algodón que habían sustraído del puerto. Impidieron el avance de los militares, incluso robaron los cañones sin ninguna violencia: “No vamos contra el pueblo” decían los soldados. En fin, yo no intervine directamente, sino que vi de cerca esta escena.
Amaneció y nos fuimos todos con esos cañones a Capitanía General, se nos unieron por el camino los guardias de Asalto, nos dieron un fusil para los dos. Allí tenía un primo que estaba haciendo la mili.

Llegamos al Paseo de Colón. Se rumoreaba que arriba en el monumento los militares habían colocado una ametralladora que disparaba contra todo aquél que pasara por allí. El Paseo entonces no era cómo en la actualidad sino que había una zona central peatonal. Allí nos encontramos con un amigo común del barrio, “Segarreta”, que era barbero, vimos cómo le disparaban desde el edificio del Gobierno Militar que era en realidad donde estaba la ametralladora. Se pudo salvar refugiándose bajo un banco de hierro.

Resguardados por la pared, llegamos hasta Capitanía General. Los soldados se rindieron y entramos dentro de Capitanía, saludamos a mi primo y se unió a nosotros. Salimos y continuamos hacia el Gobierno Militar, más abajo hacia Las Ramblas. Los soldados se vieron rodeados, se rindieron y salieron a la calle, yo pasé por la calle que hay detrás del Gobierno Militar.

La ametralladora continuaba disparando y había muchos muertos por la calle En el puerto se colocó uno de los cañones que habían requisado y lo apuntaron directamente el edificio. Dispararon. Un agujero apareció la fachada y la ametralladora calló. Entonces se acabó la sublevación en Capitanía General, el día 19 de julio. El pueblo había ganado y nos fuimos a casa. La gente contenta por su victoria cantaba la Internacional, A las Barricadas e hicieron vivas a la República mientras subían Ramblas arriba. En otras zonas de Barcelona también se combatió y ganó el pueblo.

Me sentía más revolucionario que nadie. Por aquélla época trabajaba de peluquero de señoras en casa de una tal Viciana, en el Paralelo. El encargado de la peluquería me dijo: “mañana me voy al frente”, muchos de mis conocidos se iban también para Aragón en las columnas Durruti, Ascaso, Del Barrio, etc.
Yo me fui al hotel Colón, en la Plaza Cataluña, era la sede del PSUC y se incorporaban voluntarios para luchar contra los sublevados en el resto de España. Allí me alisté. “Yo quiero ser aviador” les dije. “Je, je, je, aviador aquí todo lo que quieras” me contestaron. Ya ves con 16 años, qué querías que les dijera. Me apuntaron junto a tres o cuatro muchachos más que teníamos la misma edad y que nos conocimos en ese instante.
Del hotel Colón me dirigí al cuartel Carlos Marx que está al lado del parque zoológico, ahora es un edificio de la Universitat Pompeu Fabra. A medida que llegábamos nos iban formando en compañías. Recuerdo que nos daban armas y 3 duros diarios. En casa dije “¡ya estoy en el ejército!” mi madre se puso a llorar y mi padre me dijo: “Tú verás lo que haces ¿no?”.

El día 1 de agosto marché para el frente por primera vez, creía que iba a Aragón pero mi primer destino fue Mallorca.

Desde el puerto de Barcelona fuimos a Mallorca con el fin de conquistarla ya que habían ganado los franquistas. Me fui en el barco Almirante Miranda, en la columna Bayo. El barco era un destructor, navegábamos muy rápidos: a 42 nudos. Embarcamos a las 14 horas y llegamos en tan sólo cuatro horas a Mahón donde hicimos una parada.

En las primeras fases de la Guerra Civil se crearon las columnas o milicias populares. Formadas por voluntarios fueron dirigidas por los partidos políticos y sindicatos. En Cataluña, su principal objetivo fue recuperar para la República las tres capitales aragonesas y Mallorca. La mayoría de las milicias adoptaban el nombre del dirigente o líder político que les comandaba. Luchaban al lado del ejército fiel a la República.
La mayoría éramos militantes republicanos y sobre todo comunistas.

No dije nada en casa de mi partida, tan solo a un familiar que me encontré; mientras me iba le grité: “dile a mi madre que me voy”.

En Mahón, que era zona republicana, nos formamos y permanecimos allá dos o tres días. Desembarcamos en Mallorca de madrugada en la costa este, al otro extremo de la capital, en la punta n’Amer, al lado de Porto Cristo.

Nada más llegar nos dieron una paliza, allí mismo en el desembarco, nuestra ofensiva fue muy anárquica.

Nos creíamos que iba a ser tan fácil como la lucha espontánea en Barcelona. Me acuerdo de un chaval mallorquín que iba conmigo en el ataque, nos gritaba: “¡vamos, a por ellos!” mientras avanzábamos hacia el encuentro con los fascistas, pero se nos hizo de noche y parapetamos en aquél lugar. Ese muchacho decidió continuar aunque nosotros le habíamos dicho que se quedase a descansar. Al día siguiente nos lo encontramos muerto de un tiro.

Mallorca me trae malos recuerdos debido a una trágica experiencia. Mientras avanzábamos por los alrededores de Son Carrión, iba delante de un compañero. De pronto empezaron a dispararnos los franquistas. Él exclamó: “¡agáchate, agáchate!” y seguí su consejo, pero una bala le dio de lleno en la frente, a tan sólo dos metros de dónde yo estaba. “Esta bala iba directamente para mí” pensé, pues fue justo cuando me agaché que le dispararon.

A raíz de la muerte de este compañero empecé a tener miedo. Siempre me acuerdo de este trágico suceso ya que él era un chico de mi edad, teníamos 16 años, se llamaba Julio García Sabater. Agonizante, él gritaba en mis brazos: “¡Mamá, mamá!” hasta que murió.
Me dio mucha pena. Los dos habíamos pasado mucho junto durante esos días, incluso mucha hambre. Nos creíamos que la conquista de la isla por parte de los republicanos iba a ser un juego.

Otro recuerdo que me trae Mallorca no es tan trágico, sino experiencias de la vida. En una playa vimos unos hombres y mujeres, todos ingleses, que se estaban bañando, eran anarquistas o libertarios, me llamó la atención que lo hacían completamente desnudos, nosotros nos bañamos también. Era la primera vez que vi una mujer desnuda. 

Entonces yo desconocía totalmente el ideal anarquista o libertario. Ésta, cómo otras anécdotas buenas y malas, eran las lecciones que jóvenes cómo yo, íbamos aprendiendo. Eran cosas de la vida que en lugar de aprender en el barrio, en casa o en la escuela estábamos aprendiendo en plena guerra.

Volviendo a la guerra, diré que a pesar de las desgracias y la poca preparación pudimos coger Son Carrión, Porto Cristo y algunas aldeas pequeñas. No dábamos para más, los enemigos eran auténticos profesionales, los mandos republicanos ordenaron no avanzar más. Abandonamos y me retiré en barco hasta Valencia. En realidad, salimos pitando de Mallorca el 3 de septiembre de 1936.



martes, 16 de junio de 2020

Las estatuas de la vergüenza. Conmemoran el pasado, hipotecan el presente




Para enriquecer el debate en torno a la memoria y el espacio público, la Associació Catalana d'Expresos Polítics del Franquisme publicamos la traducción del artículo de Alessandro Portelli, estudioso de la literatura y la cultura norteamericanas y uno de los mayores expertos en historia oral

Las estatuas de la vergüenza. Conmemoran el pasado, hipotecan el presente

El debate: No sólo los jerarcas sudistas en los Estados Unidos, también los símbolos del fascismo en Italia y del colonialismo en toda Europa. Robert E. Lee y sus pares no son peligrosos porque recuerdan una guerra del siglo XIX, sino porque legitiman hoy, en el tercer milenio, la centralidad del racismo.



De Alessandro Portelli a propósito de las estatuas demolidas y la memoria. Il Manifesto el 12 de junio de 2020 Traducción Carles Vallejo

En estos días, muchas personas educadas que no habían visto mal la destrucción o eliminación de las estatuas de Marx y Lenin en Europa del Este se han ofendido por la reivindicación (y la acción) de los movimientos afroamericanos en los Estados Unidos para eliminar las estatuas de los generales y políticos esclavistas del sur.

Parece que no tener el monumento de Robert E. Lee en el centro de Charleston o Richmond sea un delito contra la memoria, un insulto a la cultura y borrar la historia.

Empecemos por nosotros. Cada vez que voy al Estadio Olímpico me arrepiento de no tener una grúa con la que quitar el obelisco que en el tercer milenio proclama "Mussolini Dux", o por lo menos algunos bloques de travertino dedicados a las conquistas del régimen fascista que están allí como horcas caudinas (por no mencionar los mosaicos con la obsesiva escritura "Duce" que voy pisando).

UNA ESTATUA, UN OBELISCO, el nombre de una calle o una plaza no sirven para recordar la existencia de estas personas sino para conmemorarlas, señalizando el espacio público con su presencia. Por lo tanto, es precisamente en nombre de la memoria y de la historia por lo que no puedo soportar esos bloques de travertino, que no son historia sino una falsificación, una mentira del régimen tallada en piedra; por la misma razón no reconozco "memoria" en ese obelisco: no es cierto por lo tanto que recordemos lo que fue Mussolini; y los afroamericanos sienten a Robert E. Lee ahogándoles cada día, incluso sin necesidad de poner su nombre a una calle principal de Nueva Orleans. Como alguien dijo: no hay estatuas de Hitler en Alemania. Sin embargo, lo recuerdan muy bien.

Si existe un monumento es porque alguien lo ha erigido y lo ha hecho con alguna intención: es un mensaje, una señal. Por lo tanto, casi todas las estatuas de los jerarcas del sur se erigieron a principios del siglo XX para sancionar la consolidación de la segregación racial, o incluso en los años cincuenta como reacción al movimiento de derechos civiles (del mismo modo, dedicar hoy calles a Giorgio Almirante no se hace para recordar un pasado cuestionable, sino para proponer su continuidad y retorno). Estos iconos, lejos de realizar una función de historia y memoria, imponen una sola memoria a todos los demás, congelan la historia en un pasado monumental y niegan toda la historia posterior.

En cuanto a símbolos, los monumentos, los nombres y las obras de arte cambian su significado a medida que cambian los tiempos históricos. Parte del escándalo se refiere, por ejemplo, a la eliminación de “Lo que el viento se llevó” del catálogo de HBO. Pero aparte del hecho de que HBO es una empresa privada y no se la puede obligar a emitir algo si no lo desea, afortunadamente nadie se ha propuesto quemar copias de la película en las calles. Habrá otras distribuidoras y archivos cinematográficos para conservarla y distribuirla. En los años 30, la supervivencia del sur a la derrota de la Guerra Civil era también una metáfora de la capacidad de los Estados Unidos para sobrevivir a la crisis económica (de cualquier manera: "incluso si tuviera que robar y matar", dice Scarlett). Hoy, la pregunta es por qué dos obras épicas del cine americano, la otra es “El nacimiento de una nación”, estén dedicadas a la nostalgia de la esclavitud y del KuKluxKlan. ¿Qué ha sido de Hollywood y qué diferente es hoy?

LA MEMORIA no es simplemente el depósito de un tiempo pasado, de una época finalizada, sino una fuerza activa en el presente. En el debate que nos ocupa, he oído decir que si "censuramos" “Lo que el viento se llevó” y Robert E. Lee, también deberíamos eliminar las estatuas del imperialista Julio César o la Columna de Trajano que relata la conquista de Dacia. La reducción al absurdo siempre es un signo de la debilidad del argumento; pero yo diría que la diferencia radica en el tiempo, no en el tiempo transcurrido, sino en el tiempo presente. Robert E. Lee y sus pares no son peligrosos porque recuerden una guerra del 1800, sino porque legitiman la centralidad del racismo en el tercer milenio.

Me preocuparía Julio Cesar y Trajano si alguien planeara invadir la Galia o la Dacia (de hecho, el Imperio Fascista los utilizó ampliamente cuando quería recuperar el esplendor de la Roma imperial). Aunque no me guste demasiado puedo convivir con Corso Regina Margherita o Piazza Vittorio porque nadie piensa seriamente en el retorno del rey; pero es más difícil convivir con "Mussolini Dux" porque no solo sirve para conmemorar dicho pasado, sino que legitima a los fascistas que después encuentro en el estadio, a Forza Nuova, a Casa Pound, a los Hermanos de Italia, y esto sí que da miedo. De todos modos, me alegro de que la consigna “BLACK LIVES MATTER” (“Las vidas de los negros son importantes”) induzca a algunos a recordar lo que está escrito en dicha columna.

EN CADA FRACTURA cultural, como la que estamos viviendo, siempre hay ambigüedades y fronteras difusas. Empezando por nosotros: no tengo dudas respecto a lo de Robert E. Lee o Mussolini, pero me cuesta más respecto a Cristóbal Colón. A diferencia de los racistas y fascistas, para mí Colón no es "el otro"; desde pequeño me lo inculcaron como gloriosa historia patria, parte de mi identidad. Pero para los nativos americanos representa una violencia actual (el oleoducto en las tierras sagradas de los Dakotas), una discriminación continuada (porcentualmente la policía mata más nativos que afroamericanos). A los italianos nos cuesta ver con sus ojos la estatua de Columbus Circle, porque requiere que reconozcamos que no somos lo que nos enseñaron a creer que somos. Pero hay que hacerlo.

Y también porque ya no somos los mismos. Hoy, Europa empieza a parecerse a la etnicidad estadounidense, con los mismos problemas y conflictos. En Bristol se deshicieron de la fea estatua de un esclavista que desfiguraba la ciudad. Quizás las estatuas de Leopoldo II, uno de los peores criminales de la historia de la humanidad, podrían ser retiradas o trasladadas de las plazas de un país donde juegan niños belgas llamados Nainggolan y Lukaku. Y tal vez la Columna de Trajano puede hacernos cuestionar cómo tratamos a los descendientes de los dacios que vienen a Italia a trabajar y a sus hijos a quienes les negamos la ciudadanía.


domingo, 15 de marzo de 2020


Laietana, 43: entre el record de la tortura i la denúncia de la impunitat
César Lorenzo Rubio. Revista de Catalunya núm. 309, gener-febrer-març 2020
“Em van portar a Via Laietana en un 1500, el cotxe de camuflatge que llavors feia servir la social, i un cop allà va començar tot el procés d’interrogatoris i tortures.” La comissaria de Via Laietana és, per a diverses generacions, el símbol indiscutible de la repressió franquista a Barcelona. Per les seves sales d’interrogatori van passar milers d’opositors a la dictadura de tota orientació política i condició social: comunistes, anarquistes, cristians de base, catalanistes, estudiants, treballadors de coll blau i de coll blanc, professionals liberals… La vivència de Carles Vallejo podria ser la de qualsevol altra persona, home o dona. Una història anònima de lluita contra el franquisme, resistència, dignitat i treball per a la conservació de la memòria. Per a ell, com per a tants d’altres, que a dia d’avui Laietana, 43 continuï sent una comissaria i enlloc, fins fa encara no sis mesos i de manera precària, no s’expliqui el seu passat fosc és un insult a
la seva memòria. Per a tothom, una manipulació interessada de la història.
Subversió contra excepció
El 17 de desembre de 1970, Genuino Navales García i Francisco Javier Vázquez Torres, funcionaris del Cuerpo General de Policía, concretament de la Sexta Brigada Regional de la Comisaría General de Investigación Social de la Jefatura Superior de Barcelona, es van presentar a la factoria de la SEAT a la Zona Franca per inspeccionar l’interior del moble de despatx on sospitaven que Vallejo guardava propaganda il·legal de tipus subversiu. Segons consta a l’acta de registre, van trobar: “CINCUENTA HOJAS tamaño folio escritas en castellano, por ambas caras, impresas a multicopista, tituladas ASAMBLEA OBRERA —número trece, diciembre de 1970, órgano de los trabajadores de SEAT—, de contenido netamente subversivo y en las que se efectúan detalladamente acciones y paros llevados a cabo en distintas empresas, crítica al Gobierno en relación con el Consejo de Burgos, llamamiento pro jornada de Amnistía y Huelgas.”
La possessió o distribució de propaganda il·legal va ser el segon delicte més jutjat pel Tribunal de Orden Público (TOP) després del d’associació il·lícita (Del Águila 2001: 251). I qualsevol document podia ser encabit en aquesta categoria. Vallejo no va ser una rara avis, sinó un més dels milers de processats per causes similars. “Ja estàvem en l’estat d’excepció i això volia dir que em podien tenir allà fins que volguessin.” Ho sabia prou bé: allò no seria un passeig, no hi havia data de sortida prevista. Segons les lleis franquistes: “Ningún español podrá ser detenido sino en los casos y en la forma que prescriben las leyes. En el plazo de setenta y dos horas, todo detenido será puesto en libertad o entregado a la autoridad judicial.” En aquests termes recollia el Fuero de los Españoles (1945) el dret d’habeas corpus. Tanmateix, aquest article, així com aquells de la Ley de enjuiciamiento criminal que feien referència a les atribucions de la policia en la investigació dels possibles delictes, tenien una vigència més que dubtosa davant “la necesidad de una vigilancia rigurosa y tensa de todos sus enemigos”, segons s’especificava a la Ley reorganizadora de la Policía del 1941.
De manera habitual, el caràcter militar de les Forces d’Ordre Públic i el control per part del Govern de la judicatura eren del tot incompatibles amb el respecte als drets dels detinguts. Però la vulneració va ser encara més gran durant els successius estats d’excepció als quals la dictadura va recórrer per lluitar contra la dissidència política: 1956, 1958, 1962, 1967, 1968, 1969, 1970, 1975, i —no estat d’excepció, però sí suspensió de l’article 18— 1977 (Del Águila 2001: 32). Mesos i mesos durant els quals les dèbils garanties i els drets processals recollits en les lleis fonamentals franquistes van quedar convertides —més encara— en paper mullat. Una dictadura dins la dictadura (Martínez Foronda 2011), escenari propiciatori per a la pràctica de la tortura, emparada per la llei en l’absoluta opacitat i impunitat. L’anterior estat d’excepció va durar tres mesos; el que havia entrat en vigor el 4 de desembre (primer a Guipúscoa i deu dies després a tot Espanya) per fer front a les protestes contra el Procés de Burgos no s’aixecaria fins al juny següent.
En aquest context, Vallejo fou detingut a la sortida del seu domicili. Acabava de complir vint anys. Segons consta a les diligències policials, quan els agents es van identificar, Vallejo “emprendió veloz huída, arrojando al suelo una bolsa de la que era portador, que una vez recuperada contenía propaganda subversiva y un libro escrito en catalán titulado Iniciació a leconomia marxista, consiguiendo darle alcance los funcionarios actuantes y proceder a su detención, no sin que antes ofreciese dura y tenaz resistencia a consecuencia de la cual resultaron lesionados leves salvo complicaciones los funcionarios don José Antonio González Juan y don Francisco Manuel Escobedo García […]. El detenido en la refriega resultó con erosiones en ambas rodillas y pequeña contusión en el labio inferior de carácter leve salvo complicaciones”. La seva detenció es produí en paral·lel a la de dos companys més de la SEAT i un altre grup vinculat al PSUC, però no pertanyent a la compañía automobilística.
La roda
Aleshores va començar un procés que Vallejo no dubta a qualificar, contundent, de tortures. “…Me estaban dando puñetazos y golpes de grapadora en el estómago y la cabeza […]. Me tiraron contra la pared y nos dejaron dos noches enteras sin dormir”, va denunciar al cap de poc, juntament amb la resta d’acusats que també van ser sotmesos al mateix tracte, a Unidad. Órgano del Comité de Barcelona del PSUC. “En celdas aisladas, te llamaban a deshoras, continuamente. No te dejaban dormir. Te amenazaban haciendo ver con la pistola que te iban a disparar. Todo esto negro [s’assenyala la panxa] de pegar así [es colpeja repetidament la panxa amb la punta dels dits] que te hace un dolor terrible. Bueno, aguantas, pero te causa un dolor terrible. Después, bueno, todo tipo de vejaciones, patadas, ruedas, el bueno y el malo… en fin, la escuela de la tortura”, es reafirmava anys després (Vallejo 2019). El seu testimoni no difereix gaire del de centenars, milers, de treballadors, estudiants i activistes que van passar per la Jefatura. Fins i tot pels mateixos agents (Rosselló 2011).
“Els tres primers dies vaig estar de peu, emmanillat amb les mans a darrere, i sense deixar-me apoiar [sic] enlloc. Sense dormir. La tercera nit em deixaren sentar [sic] un moment fins que estaba mig dormit [sic] i aleshores em preguntaren coses per veure si feia contradiccions. Vaig rebre molts cops a l’estómac i fetge, baix ventre, esquena i coll amb porres petites i patades als testículs [sic] seguides sense deixar-me temps a refer-me. Volien que jo mateix pegués a un altre detingut amic meu, i com em negués, lo van apallizar [sic] deván [sic] meu.” Abundants testimonis com aquest els recollia l’informe La represión en Cataluña (1969). Els arxius en van plens. Segons aquests relats, la duresa de la repressió de postguerra (Risques 2001) semblava haver-se enquistat al 43 de la Via Laietana. Ningú diria que el tardofranquisme fos un règim benèvol i tolerant amb la dissidència, com de vegades s’ha volgut fer creure.
Després de disset interminables dies, Vallejo va ser conduït davant un metge. No pas a un hospital o un dispensari, el reconeixement es va fer als mateixos locals de la Sexta Brigada a la Jefatura Superior de Policía, com queda recollit a la diligència. Segons el facultatiu que la signa, “el primero [Vallejo] presenta contusiones y erosiones en ambas rodillas, en vías de curación, producidas, según manifiesta, en el momento de su detención, y el segundo [company de causa] presenta dolor subjetivo en regiones nasal y en región anterior e interior del tórax, siendo por lo demás su estado psico-físico normal”. O les tortures no li havien deixat cap marca visible, que, per estrany que pugui
semblar, no ho era tant, ja que els agents tenien especial cura de no colpejar la cara i parts visibles del cos (Negreira 2004: 95) o el metge que els va veure no tenia cap interès a fer una exploració exhaustiva. Probablement ambdues hipòtesis es complementen.
Al dia següent va ser posat a disposició del jutge d’ordre públic, que va decretar el seu ingrés a la presó Model en qualitat de pres preventiu, cosa que no arribà fins el dia de Reis. L’infern havia acabat. Com en tantes altres ocasions, entrar a la presó va ser un
alleujament després del pas per comissaria.
El pes de la injustícia
Molt abans, el dia del sorteig de la grossa de Nadal, l’empresa li notificà per carta que “vistas las faltas de asistencia al trabajo en que viene incurriendo desde el día 17 de los corrientes sin que obre en nuestro poder justificante de las mismas, ponemos en su conocimiento que con esta fecha procedemos a tramitar su baja en la empresa por causas injustificadas”. A la repressió policial i judicial, s’hi afegia la laboral. Tot i així, un cop a la presó, va intentar evitar aquesta última amb un escrit dirigit a Magistratura del Trabajo en què denunciava el seu acomiadament improcedent per haver estat fet mentre estava detingut. Les gestions van donar fruits, perquè, al juny, Asamblea Obrera. Órgano de los trabajadores de SEAT encapçalava la seva portada amb “Una victoria más: Vallejo en libertad y readmitido”.
El judici del sumari 1221/70 no se celebrà fins el 13 de novembre de 1973. La sentència del TOP del 14 de gener de l’any següent el va condemnar, en rebel·lia, com a responsable d’un delicte de propaganda il·legal, a dos anys de presó i una multa de deu mil pessetes; com a responsable d’un delicte d’associació il·lícita, a tres anys més de presó, i com a responsable d’un delicte d’atemptat a un any més de presó i quinze dies més per cadascuna de les dues faltes de lesions a agents de policia.
Abans que tot això succeís, però, Ferran —el seu “nom de guerra”— havia tornat a creuar emmanillat el portal del número 43 de la Via Laietana. El 3 de novembre de 1971 fou detingut “cuando llevaba en un macuto de lana cuatro paquetes con cuatrocientas o
quinientas octavillas de uno, tituladas «Asesinado» y firmadas por COMISIONES OBRERAS SEAT, en las que, so pretexto de la muerte de un obrero como consecuencia de las heridas que sufrió en enfrentamiento con la fuerza pública, hecho que se califica de asesinato, se incita a manifestaciones y paros laborales, para culminar en una huelga general”. Aquest cop només s’hi va estar els tres dies preceptius que marcava la llei abans que el jutge l’enviés a presó preventiva eludible amb una fiança de 30.000 pessetes, a la qual s’afegí una multa imposada pel governador civil de 25.000 pessetes més per infringir la Ley de orden público. Va estar un mes i escaig a “l’hotel Entença”. Poc després emprengué el camí de l’exili i s’integrà en la delegació exterior de Comissions Obreres: primer, el gener del 1972, a París, i, més tard, a Itàlia, on romangué fins a l’estiu del 1976, quan l’amnistia parcial decretada pel Govern Suárez li va permetre assistir a la celebració de la Diada de l’Onze de Setembre a Sant Boi sense
por de tornar a passar pels calabossos de la Via Laietana.
Amarga victòria transicional
Amb la conquesta de la democràcia, Vallejo va tornar a la SEAT, però va estar molt de temps marginat “darrere d’una taula, sense cap tasca a fer”, el que avui dia es tractaria d’un cas d’assetjament laboral de manual. També va continuar sent membre actiu de CCOO i a la militància sindical va sumar-n’hi una altra contra la desmemòria i la tergiversació del passat com a president del Memorial de Treballadors de SEAT i membre de l’Associació Catalana d’Expresos Polítics del Franquisme, entitat que presideix des del març del 2017. Dos anys abans es va jubilar amb la mateixa categoria laboral amb la qual va entrar a treballar a la companyia quaranta-cinc anys enrere.
Millor sort, en l’àmbit professional, si més no, va tenir Genuino Navales, el qual, el desembre del 1970, va pronosticar davant de Vallejo el seu futur: “Yo soy policía profesional con Franco, seré policía profesional con la democracia y seré policía profesional cuando gobiernen los tuyos.” Va encertar-ho de ple. El 1976 Navales va ser nomenat jefe superior de Policía de Granada, més tard ho fou de Saragossa i podria haver-ho estat de Barcelona si no hagués estat per les queixes que CCOO va fer arribar al Ministeri de l’Interior denunciant el seu passat. El 1980 va ser nomenat comisario general de Seguridad i va ser l’encarregat de coordinar la seguretat de la visita del Papa
el 1982 i el Mundial de futbol del mateix any (Mota; Rúa; Vicente 2013: 230). Amb l’arribada al Govern del PSOE, el ministre Barrionuevo el va destituir, però, segons algunes fonts, hauria estat nomenat director general de Protecció Civil. Va morir accidentalment el 1995, a seixanta-set anys, en caure a un pou a la seva localitat de vacances.
La història de Carles Vallejo i el comissari Navales és una mostra molt il·lustrativa del que va suposar la transició a la democràcia a Espanya. Els lluitadors per la democràcia i les llibertats van ser readmesos, acceptats a la vida pública, però mai o molt tardanament i sempre de manera incompleta reconeguts i compensats pels patiments i sacrificis soferts en la seva lluita (Digón 2016). En canvi, els ostentadors del poder franquista, també els executors de la política repressiva que va fer possible la pervivència de la dictadura, no tan sols no van ser apartats o depurats dels seus càrrecs —tret de casos excepcionals—, sinó que van continuar exercint-los, amb la gratitud de les noves autoritats (Batista 2010; Casals 2017: 173-177).
Igual que els seus autors, la tortura com a pràctica policial tampoc no va ser objecte de crítica o consideració durant la Transició. Les autoritats van negar sistemàticament la seva existència, tot i la quantitat i la contundència de les proves que demostraven que continuava sent un recurs habitual en comissaries, casernes i presons (Baby 2018; Ballester 2018). La Brigada d’Investigació Social va ser reestructurada i substituïda per la Brigada Central d’Informació, però la seva desaparició no es va formalitzar completament fins a la Llei orgànica 2/1986, de 13 de març, de Forces i Cossos de Seguretat aprovada a finals del mandat del primer Govern socialista de Felipe González. I els seus agents i màxims dirigents, en tot cas, van ser reubicats en tasques similars, principalment en la lluita contra el terrorisme d’ETA. Una causa que va emparar tota mena d’abusos i vulneracions de drets fonamentals.
Pel que fa a la Jefatura de la Via Laietana, va conservar durant força temps la seva negra fama com a centre de detenció i tortures. Ja en democràcia, els acusats del Cas Scala, el 1978, o les germanes Blanca i Eva Serra i altres membres del partit Independentistes dels Països Catalans, el 1981, van ser algunes de les darreres víctimes conegudes de tortures i maltractaments a les sales d’interrogatori de la comissaria (Nerín 2018).
Un centre de memòria incòmoda
A diferència de la presó Model, que fa dècades que genera rebuig públic entre el veïnat de l’esquerra de l’Eixample i, en conseqüència, els anuncis del seu tancament també es remunten a mitjan anys setanta, la comissaria de la Via Laietana sempre va quedar en un segon pla. Durant la dècada dels anys 2000, especialment a partir del 2004 amb l’arribada del Partit Socialista al govern de l’Estat i del Tripartit a la Generalitat, l’Associació Catalana d’Expresos Polítics del Franquisme s’havia adreçat per carta al ministre de l’Interior i al conseller demanant el trasllat de la comissaria i la recuperació com a centre memorial de l’edifici. L’agost del 2005, el diputat d’ERC al Congrés dels Diputats, Joan Tardà, acompanyat de Jordi Carbonell, Pep Cruanyes i Antoni Batista, va anunciar davant la comissaria la presentació d’una proposició no de llei per instar a la reconversió de la Prefectura en un centre d’interpretació i per recordar l’ús d’aquest immoble com a instrument de la repressió franquista. La iniciativa parlamentària d’ERC, efectuada en un moment de certa sintonia política amb el Govern socialista de Rodríguez Zapatero, proposava que el centre entrés en funcionament el 2007, coincidint
amb el 30è aniversari de la Llei d’amnistia. Que la reclamació no tingués resposta oficial no la va fer desaparèixer, ni molt menys. Després de la recuperació del castell de Montjuïc per a la ciutat de Barcelona (oficialment l’abril del 2007 i de manera efectiva el juny de l’any següent), la comissaria de la Via Laietana era el darrer gran símbol de la repressió franquista en actiu, si exceptuem la presó Model, gestionada per la Generalitat des del 1984. Així doncs, el maig del 2013, es va aprovar una moció a l’Ajuntament de Barcelona en la qual es reclamava la devolució de la vella comissaria a la ciutat i que s’hi instal·lés un espai vinculat al foment de la memòria democràtica. Mesos més tard, a l’octubre, en uns moments en què l’activitat del Memorial Democràtic estava sota mínims a causa de les retallades pressupostàries i la nova orientació política que li volia donar el Govern català, el Grup Parlamentari d’Iniciativa per Catalunya-Verds Esquerra Unida i Alternativa va presentar una moció al Parlament, en què, a més de denunciar aquesta paràlisi, entre altres punts, reclamava novament que la comissaria es convertís en un centre memorialístic per a la ciutat. La moció va rebre diverses esmenes i va ser aprovada per cent cinc vots a favor i només un en contra. Tot i la unanimitat, cap de les mesures recollides en la moció no va ser duta a la pràctica de manera immediata. Quatre anys més tard, l’1 de juny de 2017, el grup d’ERC al Congrés dels Diputats va presentar a la Comissió d’Interior una nova proposició no de llei per reconvertir la Prefectura Superior de Policia en un centre memorial i documental de la repressió franquista a Catalunya. La mesura estava inclosa en la Llei de memòria històrica que ERC havia intentat presentar fins a dues vegades al Congrés i que mai no havia pogut arribar a debatre a causa del veto sistemàtic de PP, PSOE i Ciutadans a la mesa de la cambra. La mesura també incloïa la reclamació sobre el fons documental de la Prefectura, que fins aleshores només havia pogut consultar Antoni Batista en circumstàncies extraordinàries,
gràcies a un permís personal del governador civil de Barcelona als anys vuitanta (Batista 1995, 2017). Tot i el vot favorable dels grups socialista i de Ciutadans, tampoc aquest cop no es van desprendre conseqüències palpables i concretes.
D’aquesta manera arribem al 2019, no trenta, sinó quaranta-dos anys després de l’aprovació de la Llei d’amnistia. Segurament la nova conjuntura creada a causa de la moció de censura al president Mariano Rajoy del juny anterior i els anuncis del nou Govern socialista de mesures tan notables, en matèria de reparació històrica, com l’exhumació de les restes del dictador del Valle de los Caídos van tenir alguna cosa a veure perquè l’Associació Catalana d’Expresos Polítics del Franquisme, amb el seu president, Carles Vallejo, al capdavant, i la Fundació Irla, a les quals s’hi sumaren altres com la Fundació Cipriano García i Òmnium Cultural, es decidissin a constituir una comissió cívica per intentar aconseguir el compromís estatal de cessió del número 43 de la Via Laietana a la ciutadania. Al febrer d’enguany, representants d’aquesta comissió es van reunir al Parlament amb diputats de diversos grups polítics, dels quals van obtenir el compromís d’activar el suport de la cambra (Palau 2019). I, un mes més tard, juntament amb l’Ateneu Memòria Popular, entitat creada l’any anterior amb la voluntat d’esdevenir un espai de diàleg i de coordinació de totes les entitats memorialístiques i col·lectius de caire cultural i social que en formen part, es va convocar la premsa davant la Prefectura per fer lectura d’un manifest públic, en què es tornava a reclamar, una vegada més, la museïtzació de l’espai i la conservació i catalogació del seu fons documental. Hores abans, l’Ajuntament de Barcelona havia instal·lat un faristol explicatiu de la història de l’edifici a pocs metres de la porta, donant resposta a una de les demandes de les entitats memorials. Una petita victòria dins una llarga lluita de reivindicació, tot i que aquella mateixa nit la placa va ser destruïda per grups ultres.
La senyalització de la Jefatura com a espai de tortures durant el franquisme va tornar a situar en l’agenda pública l’existència d’aquesta memòria incòmoda. Alguns, com el ministre de l’Interior Fernando Grande-Marlaska, “preferirien oblidar el passat” i van criticar amb vehemència la iniciativa que, a parer seu, posa en tela de judici els valors democràtics del Cos Nacional de Policia; d’altres, com Carles Vallejo, potser també preferirien oblidar, però tenen un compromís ferm amb la memòria dels vençuts i els resistents que no els permet passar per davant del número 43 de la Via Laietana i no pensar en el patiment de milers d’homes i dones torturats en el seu interior.
Referències bibliogràfiques
AHCONC. Col·lecció “Biografies obreres: fonts orals i militància sindical (1939-1978)”. Entrevista a Carlos Vallejo Calderón.
BABY, S. (2018). El mito de la transición pacífica. Violencia y política en España (1975-1982).
Madrid: Akal.
BALLESTER, D. (2018). Vides truncades. Repressió, víctimes i impunitat a Catalunya (1964-1980). València: Publicacions de la Universitat de València.
BATISTA, A. (1995). La Brigada Social. Barcelona: Empúries.
— (2010). La carta. Historia de un comisario franquista. Barcelona: Debate.
— (2017). “La història amagada de la Via Laietana”. Ara (2 de juny).
CASALS, X. (2017). La Transición española. El voto ignorado de las armas. Barcelona: Pasado & Presente.
DEL ÁGUILA, J. J. (2001). El TOP: la represión de la libertad, 1963-1977. Barcelona: Planeta.
DIGÓN, R. (2016). “Les polítiques públiques de memòria en els debats del Parlament de Catalunya (1980-2015)”. Activitat Parlamentària, 29, p. 89-114.
MARTÍNEZ FORONDA, A. (2011). La dictadura en la Dictadura: detenidos, deportados y torturados en Andalucía durante el estado de excepción de 1969. Còrdova: El Páramo.
MOTA, J.; RÚA, J. M.; VICENTE, M. (2013). “Cuellos blancos”: de empleados a trabajadores: el movimiento sindical de banca y ahorro en Barcelona (1955-1980). Barcelona: Fundació Cipriano García.
NEGREIRA, J. (2004). “Cerdanyola: el camí cap a la democràcia. Moviment obrer i lluita antifranquista (1966-1976)”. Quaderns de Recerca de Cerdanyola del Vallès, núm. 1.
NERÍN, G. (2018). “La Via Laietana: el cau de les tortures”. El Nacional (2 d’octubre).
PALAU, O. (2019). “Reclamen museïtzar la comissaria de Via Laietana”. El Punt-Avui (24 de març).
RISQUES, M. (2001). “Quintela, Polo, Creix. El terror com a mètode en «la caiguda dels 80»”. A: Associació Catalana d’Expresos Polítics. Notícia de la negra nit. Vides i veus a les presons franquistas (1939-1959). Barcelona: Diputació de Barcelona, p. 63-84.
ROSSELLÓ, M. (2011). De la foscor a l’esperança: memòries d’un estudiant antifranquista: 1968- 1973. Palma: Documenta Balear.
VALLEJO, M. (2019). “Una cicatriz”. A: Nativa. Disponible a https://nativa.cat/2019/06/ una-cicatriz/